- En la Sala Víctor Moya de este recinto se cuenta con un área dedicada a las máscaras prehispánicas y mortuorias, donde se exhibe una réplica de la tumba de Pakal.
En el mundo prehispánico existió un profundo sentimiento de culto a los muertos y en sus ceremonias funerarias la máscara tenía importancia especial, lo que se puede constatar en la Sala Víctor Moya del Museo Nacional de la Máscara, donde se cuenta con un área dedicada a las máscaras prehispánicas y mortuorias, y se exhibe una réplica de la tumba de Pakal.
En el México antiguo, el perro, el escuintle común, llevaba a cabo la misión de guiar a la persona difunta hacia el inframundo, usando una máscara de Xolotl que le otorgaba poderes sobrenaturales.
El culto a los muertos, especialmente cuando se trataba de un personaje, implicaba el uso por el sacerdote oficiante de una máscara, que después de la ceremonia era colocada sobre el rostro del muerto. Ejemplo de esto es la máscara de jade encontrada en el Templo de las Inscripciones, en Palenque, Chiapas. Es probable que esa máscara haya sido inspirada por el deseo de conseguir la inmortalidad, como en las culturas egipcias, grecorromanas, orientales y sudamericanas.